Y LAS PROCESIONES QUE QUEDAN...
Pues... nada, se acabaron las procesiones religiosas, que hemos seguido los tertulianos donde no ha llovido. A partir de ahora las seguirán las políticas, las sociales y las económicas, que el aceite no para de subir de precio sin que nadie se lo explique. Y esperamos que si alguno de nuestros estimados lectores ha conseguido “ligar”, lo haya hecho sin más carabina que el paraguas.
Nos cuenta Venancio que ha pasado estos días en su pueblo de Cuenca. Días fríos y alguno lluvioso. Se ha encontrado con los pocos que quedan de su quinta y ha disfrutado de un par de nietos. Y no ha tenido que comprar las torrijas, pues su hija las sigue haciendo tan exquisitas como las hacía la abuela Benita. Se acercó a Cuenca para ver la tradicional y ruidosa "Procesión de los borrachos", pero sólo para verla discurrir un rato, no para participar en ella, que no está ya para esos trotes.
Nicasio se ha quedado en
Madrid y le dio por acercarse el Domingo
de Resurrección a Robledo de Chavela. Alguien le había comentado que allí
apedrean la imagen de Judas ante las de la Virgen y el Cristo Resucitado.
Cuando contempló la escena, dice que no
tuvo más remedio que acordarse de a cuántos Judas mantiene la política en
España y lo que se merecen. Está claro que no ha tardado en pedir perdón al Señor
por tan malos pensamientos.
El amigo Adolfo, tan
exigente en gustos artísticos, no ha querido privarse de contemplar los
"Salzillos". Se suma como polizonte automovilístico al resto de la
familia y con ella marcha a pasar estos santos días a Murcia. Nos confiesa que
se emociona al ver a sus nietos desfilar de penitentes por algunas estrechas
calles y se admira de la destreza de los costaleros o portadores de pasos,
algunos muy pesados. Tampoco quiso perderse la curiosa y algo bulliciosa Procesión
infantil de Alcantarilla. Y, cómo no, tenía que degustar el típico paparajote
y la mona de Pascua.
Juan ha pasado la Semana
Santa en Salamanca. Hacía algún tiempo que no volvía a pisar esas calles que
recorría a diario en sus tiempos de estudiante. Afirma que su espíritu se
siente rejuvenecido cada vez que visita Salamanca, a la que llegó con dieciséis
años, y cuya parte antigua no ha sufrido ningún cambio arquitectónico. Ahí
permanece la piedra de Villamayor, perenne, indiferente e inmune a los cambios
climáticos por los que ha tenido que pasar durante algunos siglos, cambios que
nuestros ilustres y a la vez ignaros gobernantes consideran apocalípticos.
Termina Juan recordando que
ya en la próxima reunión cafetera se seguirá hablando, como siempre, de lo que
nos presten las noticias.
Hasta otro día.
Juanma