ANTES MORIR QUE MATAR
Vivienda de José Lomas.
Prensa:
*Condenado a seis años de
cárcel el librero de Ciudad Real que mató a un ladrón en su finca. (El titular da
por hecho de que el intruso sólo fue a robar
"armado" con una motosierra)
*2 may 2005 — J. Bono, en Washington: "Yo prefiero que me maten a
matar".
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Según
parece, la afirmación de Bono no debió de conocerla el octogenario señor Lomas,
o quizás la entendió al revés, pues
ante la invasión de su casa por un extraño a horas intempestivas y nocturnas,
debió esperar acontecimientos y con el ánimo dispuesto, no sólo a dejarse
robar, sino a dejarse matar antes que disparar al intruso. Tuvo mala suerte por
culpa de la oscuridad, pues un disparo a las piernas le habría sido menos
castigado. La tertulia "Frente de Vejentudes" ya tiene tema para el café de
la tarde, que sus cuatro componentes rondan los ochenta por arriba o por abajo y resultan tan
vulnerables como el señor Lomas.
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El amigo Venancio dice que ya le gustaría que los miembros del jurado que
votaron a favor de la condena pasaran por ese trance. Es un deseo proporcional
al daño ocasionado al condenado. Cuenta que en su pueblo se dio el caso de que
unos inmigrantes asaltaron la casa de un vecino, ya mayor y adinerado. No se
conformaron con robarle, sino que le propinaron tal paliza que estuvo a punto
de morir. Se le revuelven un tanto las tripas cuando en la noticia se habla de
"proporcionalidad", término que algún delincuente introdujo en el
Código Penal español. Reconoce Venancio que él habría actuado como su paisano
manchego, aunque el primer disparo habría sido de aviso al intruso; visto
desde fuera, claro.
Adolfo recuerda que siendo estudiante, le enseñaron en Matemáticas que
"Una proporción es la igualdad de dos razones
(fracciones). "Proporcionalidad" es concepto matemático
imposible de aplicar a las intenciones de un intruso "armado" con una
motosierra. Por ejemplo, 1/2 es igual a 2/4. Por lo tanto, enfrentarse a
una motosierra de forma proporcional sería hacerlo disponiendo de otra sierra de
iguales características. El problema es que el viejo José no tenía una a
mano. Dictar sentencias en función sólo de las circunstancias y sus resultados,
pero sin testigos, debería afectar al sueño de algunos miembros del jurado.
Nicasio, aficionado a los toros, sugiere que los ancianos que se vean
solos y en vivienda aislada se provean de un instrumento taurino, aun sabiendo
que será inútil ante un arma de fuego. Propone que tengan en casa una puya de
picador para mantener a distancia al intruso y "picarlo" en caso
necesario. Supone que se convertiría en un elemento disuasorio. Añade que los
miembros del jurado que votaron la condena presumen y asumen que el berrendo
asaltante sólo tenía intención de robar, aunque la herramienta del
latrocinio fuera un tanto extraña. La presunción de José era que entraban a lo
que fuera, a por su bienes y a por él. Así que pecó de faltar a la presunción
de inocencia, algo imperdonable para el jurado.
Es el amigo Juan quien trae a colación el Artículo 104 de la Constitución:
"Las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, bajo la dependencia del Gobierno,
tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y
GARANTIZAR la seguridad ciudadana". Se pregunta Juan que cuántos
servidores del Estado, comenzando por el gobierno, cobran el sueldo para algo
tan imposible, como "garantizar" la seguridad de los españoles, como
recoge la Constitución. Una cosa es ocuparse de la seguridad y otra
garantizarla. Sus redactores desconocían lo que significa el verbo
"garantizar". Y ya es intolerable que un individuo, delincuente
criminal reincidente CON UNA ORDEN DE EXPULSIÓN, ande suelto por la calle. Y
los responsables ocupan cargos con un buen sueldo, éste bien garantizado.
Antes de levantarse la tertulia, Adolfo hace referencia a los resultados de las elecciones vascas de ayer domingo. Lamenta que siga vigente la nefasta Ley electoral, que permite, por ejemplo, que el voto de un alavés valga hasta tres veces más que el de otros vascos. Esta Ley, para Adolfo, es la culpable de que los parlamentos nazcan con deformidades. Pero, en fin, concluye que los vascos tendrán lo que han deseado, aunque desconozcan o no les importe lo que les espera. Y que al final, lo que tiene la democracia es que el votante vota por la bota con la que prefiere ser pisado.
Hasta otro día.
Juanma