ACÉMILAS DE LA LENGUA
Prensa:
*Nueva coz lingüística de la ministra de Educación
Pilar Alegría, que prometió ante la prensa "contundencia cero" contra
los narcos. (Aparte de otras
lindezas como: “ayer se producieron,
insultos y soeces”…)
* George Orwell: «La corrupción de la política empieza por la corrupción del lenguaje».
Aclaración:
Está claro que nadie domina su idioma a la perfección. Los cuatro viejales del
“Frente de Vejentudes” llevan una media de 70 años intentándolo y no lo han
conseguido. Lo que parece estar acreditado es que buena parte de los políticos actuales patean el diccionario bastante a menudo.
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Estamos
viviendo unos tiempos, dice Venancio, en que incluso el nivel más básico de
conocimientos de Gramática Española está por los suelos. Ni siquiera se aplica
aquello de economía del lenguaje o sencillez expresiva. Venancio quiere
recordar que, en sus tiempos, una de las pruebas para ingresar en un Instituto
de Enseñanza Media consistía en un dictado en el que sólo se admitía una falta
de ortografía. Y la edad mínima para ingresar estaba en los 10 años. Deja a los
lectores que comparen e imaginen. Termina diciendo que se cuenta de Juan de
Mairena que manda a uno de sus
alumnos que salga a la pizarra y escriba «Los
eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa». El alumno escribe lo que
se le dicta. Pide entonces el profesor que vuelva a escribirlo, esta vez en
lenguaje poético, y el niño, después de meditar, anota: «Lo que pasa en la calle». A Mairena no le parece mal.
A
Adolfo, que cree que las comparaciones no son odiosas, sino molestas, le basta
atender la fluidez verbal de un joven de hoy, su riqueza de vocabulario y el
nivel de comprensión lectora, para ver que algo serio está fallando en la
enseñanza de la asignatura instrumental por excelencia. En el plano didáctico se ha abandonado el
ejercicio diario del dictado, el de sinónimos y antónimos, el uso de los signos
de puntuación, las correctas concordancias entre adjetivos y nombres… Así se
ven redacciones en las pruebas de acceso a la universidad que acongojan. De la
caligrafía, mejor ni hablamos, remata Adolfo.
Comenta Nicasio que nuestra RAE hace limpieza
periódica, enriquece de vez en cuando, pero a la hora de fijar significados,
conceptos, aislados o dentro de un contexto, lo tiene crudo. Los medios
llamados de comunicación, y sobre todo los políticos, no le hacen ni caso, por
voluntad o por ignorancia. Así es posible que toda una señora ministra de
Educación confunda “contundencia” con “tolerancia”; por no hablar del uso tan
común e inculto del verbo “preveer”.
Pero lo que no es razonable es que quienes cursan Derecho y acceden a puestos de
la judicatura sólo dispongan de los conocimientos de Lengua Española
adquiridos en el bachillerato. Por supuesto que siempre pueden compensarlo con
un buen manual y un buen diccionario a
mano.
Al
amigo Juan le da por acudir a la moda de cambiar de género, que el ignorante
gramatical lo cambia sin ir al Registro; no tiene inconveniente, salvo el caso
de la cacofonía con el artículo, en cambiar los géneros de los nombres. ¿Quién
no ha oído convertir la femenina agua en masculino al decir “ESTE agua? Hasta
la ministra del ramo da por bueno hablar de “ESE agua”. Pero lo que más le
encocora es cómo los políticos (sálvese quien pueda) juegan con las palabras,
las deforman, las adulteran y hasta las prostituyen. Se dirigen a los
ciudadanos para que les suenen bien las palabras, pero no sus pensamientos. Por
eso en períodos de campaña electoral más de un candidato se dirige a los
electores como si fueran unos tontos, unos payasos. Cuando llega el recuento de
votos confirman lo que pensaban. El caso es que las leyes no se escriben con la
jeroglífica escritura egipcia, sino en castellano, que debería ser claro y
preciso.
En general, piensa Juan que los
políticos no se entienden con el Pueblo, pero entre ellos se entienden a la
perfección, aunque no lo parezca y aunque utilicen el idioma español a su
antojo y utilizando términos descabalados. Y nos cuenta un viejo chiste salido de una charla entre
dos amigos dedicados a la política:
- Cuéntame, Alberto. A ver si puedo ayudarte o aconsejarte.
-Pues mira, es que a mí me gustaría tener “condescendencia” y no sé si es que soy “omnipotente” o es que mi mujer está mal de la “vajilla”.
Pedro puso un gesto de haber adivinado el diagnóstico y la posible causa del problema:
-Pero vamos a ver, Alberto: ¿Vosotros hacéis vida “marítima” normal?
**Nicasio pone la guinda
del rato cafetero comentando las imágenes de la policía aporreando en el suelo
a algunos campesinos que peinan canas. Para él resultan degradantes, tanto para
quien da las órdenes como para quienes las obedecen. Dice que es el pueblo
uniformado y con armas frente al pueblo de paisano y desarmado. Y termina con
un ¡Pobre España!”
Hasta
otro día.