SI YO FUERA DIPUTADO...

 

                                                                   ¡SEÑORÍAS, PRINGADILLOS!

Prensa: (6-9-2023)

*El Congreso contratará traductores y comprará pinganillos sin informes técnicos ni licitación.

*En el Reino Unido, el idioma oficial de la Cámara de los Comunes es el inglés y para utilizar otra lengua se necesita el visto bueno del presidente de la Cámara de los Comunes para hacer citas breves, rara vez en un discurso. De todos los modos, las segundas lenguas son muy minoritarias, aunque los parlamentos locales las reconocen como oficiales.

*Francia es un país que cuenta con un número importante de lenguas y dialectos regionales, aunque el francés sigue siendo el único idioma oficial del país.

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Por fin se ha podido reunir la tertulia “Frente de Vejentudes” tras las vacaciones veraniegas. Todos han adquirido un ligero tostado de piel, unos de origen playero y montañero otros. Nuestra guapa Sara nos recibe con cariño y nos sirve nuestro habitual cafetito, que Venancio lo pide con hielo, que aún no ha llegado el otoño.

Aparte de compartir anecdotario vacacional, el tema central de hoy es la noticia de que en el Congreso cada cual podrá hablar en el idioma, si lo conoce, que es cooficial en su Comunidad, aunque sólo lo sea en su Comunidad. Tal posibilidad ya existe en el Senado, que teóricamente representa a las distintas comunidades; pero los diputados, uno por uno, representan a todos los españoles, por lo que resulta un disparate, un despropósito, un esperpento no utilizar el español, idioma común y único de obligado conocimiento en todo el territorio nacional. ¿Qué actitud adoptarán nuestros contertulios si tuvieran la condición de diputados? Pues vamos a verlo:

Adolfo es claro y tajante: “Si frente a mí hay una persona con la que me puedo comunicar en el idioma oficial del país al que ambos pertenecemos y le hablo en un idioma de ámbito regional, está claro que no tengo interés en que me entienda. Es como si, dominando yo el alemán, me presentan a un germano en el casino de Cuenca y me empeño en hablarle en español. Tal comportamiento tiene un calificativo tan feo y denigrante que me resisto a reproducirlo”.

Nicasio comienza haciéndose preguntas: “Si ya no se puede obligar a utilizar el español en el Congreso, ¿me podrían obligar a colocarme un pinganillo y aceptar a pie juntillas lo que me traduzca el intérprete? Y en justa correspondencia, si yo, como diputado me dirijo a un/a señoría vasca, no deberían traducirle a euskera mis palabras? ¡Ah, que esa señoría no precisa traducción! Pues yo exigiría que se las tradujeran o el principio de igualdad se va a hacer puñetas. Más claro, agua: hay españoles de DNI que no desearían serlo. Este asunto no deja ser armamento político para alimentar las “guerras de independencia.”

El amigo Venancio apoya lo dicho por Nicasio. “Pinganillo para cada una de las 350 señorías, no sólo para quienes únicamente hablan español. O todos o ninguno. Y en las interpelaciones en un idioma regional, una gran pantalla donde aparezca todo escrito en español, por si el intérprete mete la patita. O bien que la presidenta del Congreso le trasladara la pregunta al interesado, para darle un poquito más de trabajo. Añade que si él fuera diputado no se pondría el pinganillo en ningún momento, y pediría que las intervenciones en otra lengua se las sirvieran escritas y traducidas. Ahí queda eso. En un arrebato de humor, Venancio nos pide que imaginemos a un conserje, a la entrada del hemiciclo, junto a una mesa llena de pequeños dispositivos y a quien se le traba la lengua y va anunciando: ¡Señorías, pringadillos! ¡Perdón, pinganillos!

El amigo Juan vuelve a recordarnos por enésima vez la frase de don Miguel de Unamuno que hoy se hace vigente: “España, país de locos; y cuando no, de tontos”. Lamentablemente se podría completar con “Y cuando no, de ovejas”.

Hasta otro día.

Juanma

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