¿CRÓNICA DE UNA RUINA ANUNCIADA?
Legislación:
*Los concejales y las
concejalas son responsables civil y penalmente por los actos y omisiones
realizados en el ejercicio de su cargo.
*Son también
responsables de los acuerdos de las Corporaciones locales los concejales y
concejalas que los hubiesen votado favorablemente.
(Me
he aprovechado del título de la obra “Crónica de una muerte anunciada” por la
similitud, en mi opinión no más, con los momentos en que vivimos. García
Márquez comienza su relato anunciando ya
el desenlace final. ¿No es una anomalía literaria? ¿No es eso lo que se ve en el Congreso?). ¿Podemos adivinar
nosotros cómo dejarán España los actuales dirigentes? ¿Sí o no?
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Y
surge la inevitable pregunta que en buena lógica se haría un concejal o
concejala: ¿Serán responsables civil y penalmente los diputados/as si de su
voto afirmativo se sigue un daño a la Nación española?
La
lógica no existe ni en la política ni en la democracia, empezando porque no hay
relación entre los votos emitidos y el número de representantes obtenidos en el
Congreso. Salvo casos como el de España donde funciona el silogismo: Pedro es
un mentiroso. Pepe y Antonio votan a Pedro; luego Pepe y Antonio son
mentirosos.
Cuando
Juan fue concejal de una ciudad mediana, se leyó muy bien la normativa que le
afectaba y se encontró con lo transcrito arriba: Sería responsable civil y penalmente
si de su voto afirmativo a un acuerdo se derivase un daño al municipio. Esto le
acongojó un tanto y procuraba consultar antes de los plenos con el secretario
del ayuntamiento. Confiesa que sólo en dos ocasiones abandonó el salón de
plenos para no dar su voto a lo que consideraba perjudicial para la ciudad. Y
se quedó tan a gusto. Culpa de su conciencia, que pudo más que la orden del
jefe del grupo de concejales al que pertenecía,
Adolfo,
cuyo padre vivió el último enfrentamiento entre españoles y le contaba
batallitas, teme que volvamos a las andadas. Todos hemos visto en el bochornoso
pleno de investidura que existen dos visiones de España enfrentadas; y, lo más
peligroso, radicalizadas. ¿Cómo puede terminar una realidad así? Nuestro amigo
es muy pesimista. Y nos recuerda cuando un amigo le achacaba: -“¿Por qué eres tan pesimista, Adolfo? Yo
soy optimista”. A lo que respondió Adolfo: -“Pero es que yo estoy mejor
informado que tú”. Ya es penoso para una sociedad tener que elegir entre lo
malo y lo peor, pero más lo es que gane lo segundo. Por si fuera poco, nadie
quiere cambiar la Ley Electoral, madre de tantos abortos legislativos.
Pues Nicasio nos comenta que una de las cosas que
peor lleva de la política es que algunos de los que la ejercen insulten su
avejentada inteligencia. No le cabe en cabeza que la Constitución diga
claramente (no hay interpretación posible) que "Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato
imperativo" y se dé por bueno, a la vez, que exista una DISCIPLINA DE VOTO
con sanciones incluidas. Le resulta algo irracional. Por lo mismo que no
entiende que las votaciones trascendentales no sean secretas, algo que sin duda
merma la libertad de voto. Lo de que el jefe de un grupo parlamentario permita
votar en conciencia, aparte de que cree que sólo se ha dado una vez, lo
considera una broma. Antes de entrar en el hemiciclo suelen dejar la conciencia
en la calle para evitar que moleste. Al salir la recogerán y acto seguido la
conciencia les dice que deberían poner una moneda en la mano del mendigo
sentado en la esquina.
A Venancio lo llevan los demonios cuando oye
hablar de los “ricos” a algunas de sus señorías. Dice que cuando recibe el
único ingreso de su pensión, deja claro que, para él, ricos son quienes se
sientan en los escaños. Por sus años ha conocido todas las legislaturas y echa
de menos la presencia de empresarios pequeños, medianos o grandes, que al fin y
al cabo dirigir un país es la mayor y más gratificante labor empresarial.
Recuerda el caso de Manuel Pizarro, presidente de ENDESA, un magnífico gestor.
Pues duró muy poco en su escaño. Y añade que es un sinsentido que en España se
creen muchos más empleos públicos que privados. Por otra parte, el perfil de
las actuales señorías nada tiene que ver con el de tiempos atrás, rememora
Venancio. Cualquier parecido con las Cortes de su tiempo será pura
coincidencia. Y lo lamenta.
Sobre el resultado de la investidura, de todos
previsto, sólo Nicasio, el más joven de los tertulianos, nos cuenta que al
terminar la votación, su casi centenaria suegra, que estaba viendo lo que ella
llama “Sesión de desventura”,
exclamó: ¡Menos mal! Y que al pedirle
explicaciones argumentó: “¡Vaya marronazo
del que se ha librado el candidato perdedor! Y
añadió: “Que Dios nos asista”.
Hasta otro día.
Juanma