VALE QUIEN SIRVE
17-6-2023 José Isbert, Alcalde.
Hoy el “bloguero” del
“Frente de Vejentudes” se toma la libertad de dedicar sus reflexiones a un tema
de su niñez. La culpa la tiene una hoja deteriorada, con una letra ya
palidecida por el paso de los años, que
ha encontrado entre un montón de papeles que guardaba de otros tiempos. Es una
tarea escolar del año 1952. Y se ha sumergido en esa memoria remota que se
reaviva con la edad, a la vez que va menguando
la memoria próxima (¿A qué venía yo a esta habitación?).
La hoja era de un
dictado, un recurso didáctico diario que desgraciadamente se ha abandonado. Pero claro,
entonces vivíamos una dictadura. Y recuerda cómo al entrar en la escuela, lo
primero que se hacía era rezar el Padrenuestro, cuya letra, al menos en su segunda parte, no es para que moleste hoy a los no creyentes. Pedir el pan de cada día y perdonar las ofensas sigue vigente. Tras el rezo, el maestro escribía un pensamiento o una consigna, normalmente joseantoniana, en la
pizarra, que explicaba a su manera y sobre la que venía el inevitable dictado.
Así aprendió a leer y escribir toda una generación. Tengo pruebas de
estudiantes de hoy, incluso universitarios, sobre todo políticos y duchos en
Derecho, a quienes la Gramática se les atraganta, y no digamos una correcta redacción escrita en un lenguaje claro y preciso.
La consigna que aparece en esta hoja encontrada, escrita con
letras mayúsculas, decía: “VALE QUIEN
SIRVE”. A nuestra pueblerina e infantil mente acudía la idea de que si mi
vecino, el tío Fermín, parecía que servía para carpintero, era que valía para
ese oficio. Hasta que el maestro nos sacó de dudas. Resulta que la frase tenía
interpretación política y se refería a las personas que tenían mando en la
España de entonces. Para mandar en España y su pueblo más pequeño sólo vale quien
está dispuesto a servir a los españoles.
Claro que puede haber
otras formas de entender el servicio a los demás. Hay un refrán mejicano que trastoca
la consigna citada y afirma que “SERVIR
ES SER VIL”, un punto de vista que aleja a muchos políticos, jueces y
periodistas actuales de las consecuencias de servir a los demás: no quieren
envilecer. Y es el pueblo, los fanáticos ideológicos y tantos votantes quienes
sirven a quienes que se sirven de ellos para su propio provecho.. Vivimos tiempos en que poca gente cree ya
que nos gobiernan personas preocupadas por el llamado bien común; el partido es
lo primero. Y lo de que los bolsillos de los gobernantes deben ser de
cristal no deja de ser una entelequia. Excepciones siempre las habrá, por supuesto. Una vez más, las elecciones, sobre todo las autonómicas y las generales, se convierten en una agencia de colocación, en sillones, dirigida por los partidos. Duro trabajo consistente en apretar el botón que ordene el jefe del grupo político. Por lógica, los ocupantes de los escaños tienen como obligación primera servir al partido que les colocó, siquiera por aquello de "Es de bien nacido ser agradecido". Lo de servir al pueblo ya es otra cosa. Personalmente confío bastante más en quienes no precisan la política para vivir o aspiran a vivir mejor.
A mi edad sería absurdo
perder toda esperanza de que la decencia política se imponga, pero soy
pesimista. Cuando escucho a políticos y gobernantes dirigirse al pueblo con florituras
oratorias sobre su impresionante gestión y lo bien que lo están haciendo, recuerdo lo leído hace tiempo y cuyo
autor ni recuerdo: “Un pesimista es un hombre, que cuando
huele a flores, busca un ataúd a su alrededor”.
Como ya queda menos para
acudir a las urnas, y amparándome en el dicho de que “Del viejo el consejo”, me permito reproducir para mis amables
lectores un par de consejos de gente más espabilada que este “bloguero” y que
personalmente sigo.
*Vota a quien prometa menos; será
el que menos te decepcione.
*Votar sin pensar es disparar sin
apuntar.
Hasta otro día.
Juanma