LA LOCURA NO TIENE CURA; Y SI LA TIENE, POCO DURA
Un ramo de flores y una vela en el parque donde fue secuestrado anoche el niño asesinado en Lardero (La Rioja.)
Prensa: 29-10-2021
*Un
agresor sexual reincidente asesina a un niño de 9 años en La Rioja.
La
familia denunció su desaparición a las 20.30 horas cuando varios testigos
vieron cómo se lo llevaba de un parque.
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No se me va de la cabeza lo
sucedido a ese niño en Lardero. Parece indiscutible, según acreditadas
opiniones de quienes entienden de enfermedades mentales, que el tal sujeto no
era recuperable para reintegrarlo a la vida en sociedad. Algunas enfermedades
mentales son de verdad crueles para los que las sufren, pero también lo son
para quienes padecen sus consecuencias. Desgraciadamente se ha demostrado
bastantes veces el peligro que supone que estos enfermos no estén confinados y
tratados lo mejor posible. Porque está claro que durante la pandemia los
confinamientos los impuso el gobierno pensando que un infectado podía ser un
peligro al resto de la sociedad. Qué cosas, ¿eh?
Dice Venancio que aún recuerda
cuando a los socialistas en el poder les dio por cerrar los tradicionalmente llamados
manicomios y luego centros psiquiátricos. Muy listos y doctos, afirmaban que
los enfermos mentales, en grado más o menos grave, donde mejor estaban era en
sus ambientes familiares. Ya hemos ido viendo las consecuencias.
A Adolfo le viene a la memoria la
aprobación en el año 1986 de la Ley General de Sanidad, que
materializó el proceso de reforma psiquiátrica emprendido unos años antes. A
partir de ese momento, hombres y mujeres encerrados en ‘manicomios’ pasaban a
ser ciudadanos con derecho a recibir una atención adecuada. (Como si no la
estuvieran recibiendo ya). En el caso que se comenta se trata de un psicópata
irrecuperable, según dicen los que saben. Pero para los legisladores de
aquellos años, todos los que tenían “problemas de salud mental”, sin excepción,
eran recuperables. ¡Qué buenazos eran y qué inteligentes!
Y es Rogelio quien, a medias de
nuestro aromático café, nos reproduce cosas que decían los que negaban que
existieran locos, que así llamaba el vulgo a quién su enfermedad le hacía peligroso
para sí y para los demás. Lo de gente con problemas mentales genéricos era otra
cosa. Se utilizaba lo de “Le falta un
tornillo”, que no es el caso de quien la madre Naturaleza, despiadada ella,
no le concede ni una tuerca. Luego estaban los que coloquialmente se
denominaban “Loco de atar”, y que hoy
son desatados con insensata facilidad.
Triste, lamentable y trágico, pero real y peligroso para los prójimos, se duele
Rogelio. Añade nuestro amigo que en la ley citada se habla, sin distinciones de
gravedad y se defienden aspectos como este: “Hay que situar a la persona afectada por un problema de salud mental en el centro
de cualquier intervención y fomentar su
participación en todas aquellas decisiones que afecten directamente a su
proceso de recuperación”. Bueno,
es una forma de “democratizar” también los tratamientos de todos los problemas
mentales, participando en ellos y no se sabe si votando todos los afectados. Se extiende Rogelio y lee, tomado de la prensa, lo
que una vecina de Lardero lanzó a la Guardia Civil, quejándose de la escasa
vigilancia, conociendo la peligrosidad del asesino: "Nos llamabais locos y solo veníais dos,
y ahora ha tenido que morir un niño para que vengáis todos a proteger al
asesino", ha afirmado una
vecina a los agentes”. Rogelio está muy afectado. Su único nieto tiene 9 años
y… Lo de más vale prevenir que curar, en casos como el comentado, no parece
estar en la mente de los gobernantes, que se dedican, eso sí, a prevenir
obesidad infantil y enfermedades gastronómicas limitando, aconsejando o
prohibiendo determinadas chucherías, carnes o bollerías. De verdad que nuestros
gobernantes no son más “buenazos” porque les falta todavía algo de
entrenamiento. ¡País!, que diría Forges.
Finaliza la tertulia el amigo
Juan, aficionado a escribir y entusiasta del refranero español. Entiende que
seres humanos afectados por un demencia grave que se ha manifestado una o más
veces violenta y asesina, deberían ser confinados y cuidados, pero no poner al
resto de ciudadanos en grave riesgo. Lo que encierra el refrán de que “Ningún loco rompe a pedradas sus tejas,
sino las ajenas”, tiene solución reponiéndolas; la vida del pequeño Álex ya
es irrecuperable.
Y Juan no desea privarse de dejar
claro lo que piensa sobre este nuevo caso de “reincidencia demencial”, por
decirlo de alguna manera: El asesino es culpable de la muerte de Álex;
responsables, conscientes o no, son los legisladores, con sus nombres y apellidos,
que dieron facilidades para que se dieran estas desgracias”. Y tomándose la
licencia de copiar el título del libro de Félix J. Palma, nuestro amigo escribidor
acepta que se le adjudique lo de “Escribir es de locos”. En su caso, absolutamente
pacífico con el prójimo.
Hasta otro día.
Juanma