PROGRAMA, PROGRAMA, PROGRAMA...


PROGRAMA, PROGRAMA, PROGRAMA...


                         
*¿Recuerdan ustedes al señor Anguita remachando lo importante que son los programas ante unas elecciones?
*¿Recuerdan ustedes al señor Tierno Galván avisando de que las promesas electorales están para no cumplirse?
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Ante estas dos respetables referencias de políticos que pasarán a la Historia, ¿qué actitud debemos tomar los electores? Es un lío, sin duda. Y la primera reacción es no creer a ningún político, lo que supondría acudir antes al bar a tomar una caña que a una urna. En algún sitio leí esta frase: "En época de elecciones los políticos se dirigen a los electores como si fueran unos pardillos. Cuando llegan los resultados, confirman que lo eran". Y para el filósofo Jason Brennan "El problema de la democracia son los votantes. O, más exactamente, los votantes desinformados".
Parece claro que a la hora de votar hay que hacer un acto de fé. La cuestión es si acudimos a las urnas con la fé del carbonero, asumiendo unas ideas sin necesitar de explicaciones o pruebas que le demuestren que sus creencias son acertadas, o bien estamos convencidos hasta la médula de que nuestra opción es la mejor.
Quien esto escribe tiene que reconocer que es un masoca electoral: me leo los programas de casi todos los partidos concurrentes. Mi costumbre nació con la ya lejana Ley Orgánica de 1966, aprobada por el 98% de los votantes. Por escasas semanas no pude votar.
Si no me equivoco, en democracia he visitado colegios electorales en cuarenta y ocho ocasiones, entre referendums (referenda, dicen otros), elecciones municipales, autonómicas, generales y europeas. ¡Casi nada! Curiosamente, durante los primeros años, al hecho de votar se le llamaba "fiesta de la democracia", expresión ya en desuso. El caso es que antes de acercarme a una urna, ya iba empapado de toda la información que me era posible obtener respecto a programas y candidatos. (Hay deportes mentales más inútiles). Así pues, el famoso día de reflexión se convertía para mí en el tiempo de confirmar cuál era la decisión que menos me disgustaba tomar.
¿En que se ha traducido todo ese ejercicio?
Primero, en que no deseaba ser sujeto de la afirmación de Alfonso Guerra cuando, en 1979, ganó UCD las elecciones: "El pueblo español se ha equivocado". Seguro que lo dijo por llevarle la contraria a Perón, que ya en un discurso de 1954 dejó sentado que "El pueblo nunca se equivoca". Y puestos a exagerar, también un periodista se atrevió a sentenciar: "El pueblo nunca se equivoca, ni siquiera cuando se equivoca…".
Segundo, en que he votado, según la modalidad de la elección, al partido que he querido, aún simpatizando con alguno. He dado mi voto a partidos de centro, derecha e izquierda. Nunca a los extremos. Ganaba el programa y candidato que alcanzaba el mayor porcentaje de aceptación, según mi criterio. 
¿Y qué pienso hacer para las próximas elecciones, si es que llego? Pues pasar, una vez más, programas y personas por el filtro de la variada información. Una vez digerida, decidiré en función del porcentaje de rechazo que me produzcan sus intenciones programadas. En su momento plasmaré mi decisión en este blog.
Hasta otro día.
Juanma

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