EL AMOR Y LA VEJEZ
Está claro que un año más
a edad avanzada tiene un peso significativo que apenas se nota en la juventud. Pero se lleva
con resignación y cuidados. Lo más temible, sin embargo, es el deterioro mental
y afectivo, del que por ahora los componentes de la tertulia están a salvo; no
de los alifafes físicos propios de los calendarios vividos. Todavía son sujetos
que sienten y padecen sentimientos amorosos. San Valentín cuida de ellos y a
veces hasta hace milagros.
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Tras
la introducción, toma la palabra Adolfo, que hace poco leyó esta noticia
apócrifa: “Fuentes del Vaticano anuncian que las infidelidades matrimoniales
a partir de los 75 años dejarán de ser pecados; serán consideradas milagros”.
La
sonrisa fue general. Y nuestro amigo continúa pidiendo que cada uno de los
presentes califique su estado amoroso actual, desde el estado de cada uno, lo
que resulta un empate al contar la tertulia con dos viudos y dos casados. Por
su parte, se aplica un refrán trastocado. Dice que ha sido “Desafortunado en
el juego y agraciado en amores”.
El amigo José Luis, desde su nube particular en la que habita, no lo duda y se apunta a la conclusión de Adolfo. De amor familiar y cuidados no se puede quejar. Pero sí que se mete con los sentimientos del actual presidente del gobierno jugando con fracciones. Nos dice que si el presidente sintiera por España la décima parte del amor que dice sentir por su esposa, esta nación sería feliz. Todos celebramos el diagnóstico condicionado que apunta José Luis.
Y es Venancio quien nos da la sorpresa. Resulta que en sus frecuentes visitas al pueblo para disfrutar de su hija y su nieto, ha contactado en varias ocasiones con una conocida de la juventud, viuda ella, y con la que presume haber “ligado”. El resto le ha tendido sus manos y le han felicitado, momento en que la simpática Sara nos servía el café. Al preguntar el motivo de esas felicitaciones, José Luis le contesta: “Que Venancio se ha enamorado”. Sara lo felicita y le dice que le parece muy bien, que nunca hay edad para encontrar y estrenar un nuevo amor sin tener que acudir al programa de la televisión andaluza de “Juan y Medio”.
El único detalle que nos da Venancio es que el nombre que le ha dado a su conquista senil es el de “MUA”. Al resto le resulta raro, pues suena a beso. Y lo aclara: “Porque tengo la ilusión y esperanza de que sea Mi Último Amor”. Más claro, agua. Todos les deseamos suerte.
Le toca a Juan terminar la tertulia ofreciendo unos cuantos pensamientos y reflexiones referidos al amor, que asegura que incluso a nivel placentero y con la edad cambia de zona erógena, que pasa de la clásica anatómica, a la piel, el órgano sensible más extenso del cuerpo humano. A la vejez, una caricia, un beso, una carantoña, un mimo, llevan una increíble carga erótica y de unión de sentimientos. Dos manos entrelazadas y paseando transmiten unos sentimientos complejos, pero sublimes. Y no es lo mismo decir “Te quiero porque te necesito”, que “Te necesito porque te quiero”. Añade Juan que un “y siempre te querré” es más probable que se cumpla en la vejez. Presume nuestro amigo de haber tenido más de una relación amorosa a lo largo de su vida y ha llegado a la conclusión de que aparte de defectos y virtudes en toda pareja, el amor se consume cuando la admiración mutua desaparece. Para Juan, quien a la vejez siente que ha encontrado a su alma gemela, es un afortunado. Es el gran milagro del amor.
Y
acaba contándonos una de casados que hace poco celebraron sus bodas de oro,
algo cada vez menos frecuente. El éxito de tal permanencia está, según el
marido, en que en contrato matrimonial privado incluyeron esta extraña cláusula: “Yo no
me meteré contigo y tú no me dejarás en paz”. Y ambos la siguen cumpliendo a
rajatabla.
FELIZ DÍA DE SAN VALENTÍN
Hasta otro día.
Juanma
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