Y LLEGUÉ A MI POST NÚMERO 100
Fue en la primavera del
año 2005 cuando me atreví a ponerme delante de un ordenador y abrir un espacio
en internet para comunicar lo que yo pensaba y sentía. Ignoraba si en otra
pantalla remota algún curioso podía leer mis escritos, para lo cual tendría que
teclear “españoles quemados”, que así bauticé mi primera intrusión en el
inmenso mundo de internet. Tuve que aprender terminología inglesa como URL, blog, post y otras lindezas. Cada entrada de mi blog la
llaman post, pero en mi español es una reflexión, y en el fondo, un vulgar
desahogo mental. Los temas me los ha prestado casi siempre una noticia
aparecida en el mundo mediático y que ha sido capaz de remover o bien mis
intestinos o algún grupo de neuronas. Sobre todo esas noticias que consideraba que afectaban mi vida personal, familiar, laboral o social.
He sido testigo vivo de una dictadura, de la llegada de una democracia y de
varias leyes educativas, normas éstas que marcan generaciones.
Como no tengo edad de disfrutar de abuela, presumo de no haber padecido de “ismos” ideológicos, sobre todo de fanatismo, mal que aqueja a buena parte de los españoles. Y eso que he padecido reumatismo, astigmatismo, traumatismos y alguna patología más propia de la edad. De mi padre, republicano él, heredé el izquierdismo, que practiqué muy modestamente durante la dictadura. Todo con medida, pues en mi familia había habido víctimas por ambos bandos contendientes. Pero fue aparecer esta democracia y escuchar a mi padre la frase de “¿Y para esto hice yo una guerra”, cuando comenzó a disminuir mi síndrome izquierdista. Durante los años del primer gobierno de izquierdas noté otra leve mejoría, que se acentuó con la llegada al poder del señor Zapatero. Este personaje, como lo hiciera Fernando VII tras la primera guerra civil española (1820-1823), tampoco era amigo de que cuajara el decreto que ofrecía "Un olvido general, completo y absoluto de todo lo pasado, sin excepción alguna, para que de este modo se restablezca entre los españoles la tranquilidad y la unión". Su Ley de la Memoria Histórica lo dice todo.
Y llega esta
primavera pandémica en la que mi blog alcanza su número cien de entradas tras
dieciséis años desde su nacimiento. ¡Cómo vuela el tiempo! El caso es que en estos
tiempos difíciles estoy viviendo sentimientos un tanto enfrentados: el riesgo
que corro de infectarme con el dichoso coronavirus y la curación de mi izquierdosis.
¿Quiénes han sido mis sanadores definitivos? Pedro y Pablo, y ninguno fue
seguidor de Cristo. He dicho antes que me siento libre ideológicamente, algo
incompatible con el fanatismo, pero no estoy libre de inclinaciones
electorales. Estos dos personajes políticos me han predispuesto a apoyar ideas
liberales y conservadoras. Todo partiendo de que no creo en la bondad
intrínseca de ninguno de los partidos actuales.
Sólo podemos elegir entre lo malo y lo peor. La finalidad de los
partidos españoles de hoy es legislar para que los ciudadanos pensemos lo mismo
que ellos sobre la Historia y los valores humanos que, en su escala, deben
predominar; yo sólo aspiro a libertad, respeto y una buena administración de
mis impuestos. Pedir más es avaricia.
Así que no pido más,
excepto solicitar a mi familia que me dé un homenaje por haber alcanzado mis
cien partos mentales. Me lo merezco, ¿verdad, abuela?
Hasta otro día.
Juanma